Culturalmente hemos fusionado las palabras "depresión" y "tristeza", como si se tratase de lo mismo. Incluso hemos adoptado expresiones como "estoy deprimido" para referirnos a que nos sentimos tristes.
Pero no, la depresión no es pasar una mala racha, ni sentirnos frustrados por un fracaso, ni sentir tristeza, ni tener ganas de llorar. La depresión es una enfermedad que suele darse de forma crónica y recurrente, y que afecta alrededor del 10% de la población.
En la fase aguda (es decir, cuando los síntomas se manifiestan), la persona que sufre depresión se siente decaído, desproporcionadamente triste (no hay ninguna causa que justifique tal nivel de tristeza), sin energía para llevar a cabo actividades cotidianas,... Paradójicamente, la persona que sufre depresión también experimenta dificultades para conciliar y mantener el sueño.
Estos síntomas se acompañan de profundos sentimientos de inseguridad, y de pensamientos muy negativos sobre uno mismo, sobre el pasado y sobre el futuro que le invaden las 24 horas del día. En parte por la presencia de dichos pensamientos, y en parte por la dificultad para prestar atención y concentrarse, los pacientes con depresión suelen experimentar serias dificultades para resolver problemas y tomar decisiones, por simples que sean. Estas dificultades no les pasan desapercibidas, hecho que alimenta más su frustración y los pensamientos de poca valía.
Uno de los síntomas distintivos de la depresión es la anhedonia: ésta es la incapacidad para obtener placer, incluso en actividades que solían gustarle anteriormente.
En cuanto al contacto social, la persona que sufre depresión suele rehuirlo: en parte porque se siente una carga ("soy un muermo", "no puedo aportarles nada", "solo puedo contarles mis penas"); y en parte porque el contacto social les parece una montaña (algo fatigoso a evitar).
Acabaremos este artículo resumiendo la idea principal: La depresión no es una mera expresión intensa de emociones negativas (tristeza, frustración, impotencia, miedo, rabia, desaliento…) sino la afectación del funcionamiento neurofisiológico que nos hace sentirnos vivos: el tono, la fuerza vital, el humor y el instinto.
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