Un día, casi inocentemente, la ansiedad aparece en tu vida. Habías oído hablar de ella, pero te quedaba lejos. De hecho, todavía no estás seguro de que lo que sentiste fuese ansiedad. Lo que sabes es que el corazón te latía fuerte. Muy fuerte. Y rápido. Mucho más de lo normal. Que sentías que habías perdido el control de la situación y que aquello no podía acabar bien.
La experiencia fue tan desbordante que ni por asomo querrías volver a pasar por algo parecido. Y es normal. ¿Quién, en su sano juicio, querría? Y entonces decides que, por si a caso, vas a evitar la situación en la que sentiste ansiedad. ¿Lógico, no?
Lo cierto es que en ese momento (ni después) raramente analizamos porqué nos hemos sentido como nos hemos sentido. Probablemente la situación vivida nos haya recordado a una situación difícil del pasado. O bien nuestra mente ha hecho una rápida evaluación de la situación y ha llegado a la conclusión de que no contamos con las habilidades y competencias necesarias para gestionarla convenientemente, por lo que ha puesto en marcha el sistema de lucho o huída. Aunque, en tu mente, la lectura que haces es algo más reduccionista. Algo así como: esa situación me generó la ansiedad. Así que de ahora en adelante evitarás ese tipo de situaciones.
A priori pensaste que, evitando esa situación, estarías a salvo. Pero no. La marca que deja la ansiedad no puede dejarse al lado tan fácilmente. Lo que viviste crea un precedente imborrable en tu mente. Un precedente tan fuerte, que ahora tienes miedo a sentir ansiedad.
Lo peor de todo no es la ansiedad que viviste, sino el miedo que ahora sientes a volver a sentir lo mismo. Ese miedo se presenta cuando sabes que en un futuro tendrás que pasar por situaciones parecidas a aquélla en que la experimentaste ansiedad. Si las puedes evitar, efectivamente lo harás.
Después, la ansiedad anticipatoria aparece en situaciones nuevas, por si pudieran parecerse a la situación original. Pronto acabas sintiendo ansiedad por otras muchas situaciones. Porque lo que te acaba generando ansiedad, no son las situaciones en sí, sino la posibilidad de volver a sentir ansiedad. Y créeme cuando te digo que ese miedo es el núcleo de la ansiedad.
Cuando experimentas ese miedo, la ansiedad tiene carta blanca para campar a sus anchas, para invadir prácticamente todos los rincones de tu vida y, lo que es peor, evitando y evitando situaciones, la ansiedad amenaza en reducir a tu vida al mínimo. Es, en ese momento, en que experimentas la tiranía de la ansiedad.
¿Qué puedo hacer?, te preguntarás.
Yo te propongo un abordaje que contemple dos frentes distintos:
- Gestionar la ansiedad de una forma más sana, de tal forma que te resulte menos limitante. Reducir, poco a poco, los efectos que tiene en tu vida para que tú, poco a poco, puedas recuperar todo aquello que has dejado atrás por el miedo a sentir ansiedad.
- Analizar qué hay detrás de la ansiedad, utilizarla para indagar cuáles son aquellas posibles competencias que puedes querer desarrollar. P.e. creer más en ti mismo y desarrollar autoconfianza, desarrollar habilidades de comunicación o habilidades sociales...
De esta manera no solamente lidiamos con la ansiedad, sino que también sacamos "provecho" de ella.
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