La ansiedad es un mecanismo universal de carácter defensivo que prepara el cuerpo ante una situación que considera amenazante. Nos resulta útil ya que aumenta nuestra supervivencia ante peligros al empujarnos a actuar, huir, defendernos... La ansiedad pues, es un mecanismo adaptativo que por sí misma no representa ningún problema para nuestra salud.
Sin embargo, es posible que muchos de nosotros sintamos ansiedad ante situaciones que, aparentemente, no calificaríamos como “peligrosas”. Por ejemplo: una reunión de trabajo, una conversación difícil, hablar en público… Hasta situaciones cotidianas pueden producirnos ansiedad: ir a un supermercado, coger el coche, ir al médico…
Cuando la ansiedad se da en situaciones de este tipo, de manera recurrente y causándonos malestar, es posible que hayamos desarrollado un trastorno de ansiedad: esto significa que nuestro cuerpo reacciona como si se encontrase delante de un peligro, sin estarlo.
Una de las consecuencias particulares de la ansiedad es lo limitante que puede llegar a ser: para no sentir ansiedad decidimos evitar aquellas situaciones que nos la producen. ¿Cuál es el resultado? Dejamos que la ansiedad nos venza y que, poco a poco, vaya tomando control sobre los diferentes ámbitos de nuestra vida.
¿Por qué “desconocida”? Como consecuencia de la ansiedad es posible que de manera inconsciente hayamos incorporado estrategias que la calman temporalmente y que, a priori, no relacionemos con la ansiedad: mordernos las uñas, mover las piernas, jugar con el pelo, comer a menudo, hablar mucho,… Así como también, la ansiedad puede estar detrás de algunos síntomas físicos sin base fisiológica: bajadas o subidas de tensión, mareos, pérdida de cabello…
Si sientes que alguna de las situaciones descritas encaja con cómo te sientes, contáctame (montsecazcarra@gmail.com, 672040836).
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