La culpabilidad es una de las posibles reacciones que podemos experimentar tras poner fin a una relación. Hacerlo es doloroso.
A menudo solemos pensar que el dejado sufre más que el que deja, por eso de que el proceso de duelo ya ha empezado antes para el que deja, que para el dejado. Pero al afirmarlo nos olvidamos de los sentimientos de culpa que podemos experimentar al dejar a nuestra pareja.
Si analizamos detenidamente estos sentimientos de culpa, probablemente lleguemos a la conclusión de que no son consecuencia inmediata del hecho de haber dejado a nuestra pareja. Sino del sufrimiento que la ruptura le ha ocasionado. Fijaos que no he dicho "por el sufrimiento que LE hemos ocasionado". No es casualidad. Justo aquí debe recaer nuestra atención.
Debemos plantearnos cómo vivimos la reacción de nuestra pareja. Si está devastada, nuestra empatía y un elevado grado de responsabilidad para con ella nos hará sentir (quizás demasiado) responsables; aunque para nosotros solamente existirá la culpabilidad.
Sandra ha dejado a Martín tras varios años de relación. Sandra sentía que cada uno debía tomar un camino distinto ya que, con los años, se habían dado cuenta de que tenían prioridades distintas. A Sandra le costó asumir que era así, después del tiempo y la implicación invertidas en su pareja; pero finalmente decidió que era lo mejor para que ambos siguieran creciendo.
"Martín quedó destrozado", o eso refería Sandra. Rehuía el contacto con amigos, apenas dormía y en el trabajo era incapaz de concentrarse.
Ante este escenario es probable que nos sintamos no responsables, sino culpables del malestar de nuestra pareja. Nos fustigaremos pensando que si hemos tomado la decisión adecuada e incluso querremos formar parte de un "plan" de mejora del estado de ánimo de la misma (p.e. mandándole mensajes o llamándole para ver cómo se encuentra).
Ahora imaginemos que la respuesta de nuestra pareja fuese muy distinta.
Imaginemos que Martín, aunque apenado por la "pérdida", decide que debe seguir adelante. Decide adelantar sus vacaciones y se va a hacer el Camino de Santiago, solo, durante un par de semanas. Martín le da vueltas a la ruptura. Siente tristeza por la ruptura y, una parte de él, todavía preferiría que no hubiese sucedido. Aunque durante el Camino Martín aprovecha para pensar cómo le gustaría que fuese su vida a partir de ahora.
Si, a pesar de la tristeza que puede llevar consigo un proceso de duelo, nuestra pareja siente que puede seguir adelante con su vida, y efectivamente lo hace. ¿Nos sentiríamos igual de culpables? En otras palabras, ¿Sandra se sentiría igual de culpable en los dos escenarios?
Probablemente no. Entonces, ¿la culpa es fruto de nuestra decisión o de la reacción de nuestra pareja?
Con esta reflexión no pretendo culpar (mejor dicho, responsabilizar) ni a la persona que deja, ni a la dejada. Cada relación es distinta, de la misma forma que no podemos generalizar en cuestión de rupturas. Pero sí que me gustaría lanzar una reflexión a favor de deshacernos de las responsabilidades de las que a veces nos apropiamos, sin que sean cosa nuestra. Como en caso de Sandra y Martín.
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