Cuando ponemos las necesidades del otro por delante de las nuestras puede que lo hagamos desde un abnegado egoísmo. Permitid que me explique:
Ayudar al otro nos hace sentir bien: especiales, necesarios, capaces, hasta importantes. Sentimientos que, cuando nuestra autoestima no está en plena forma, escasean.
Sin embargo, ayudar al otro es un arma de doble filo. No le ayudamos desde una aproximación altruista, esperando nada a cambio. Sino que lo hacemos para reconfortarnos a nosotros mismos; para obtener ese gesto de afecto o esas palabras de agradecimiento por parte del otro que confirmen lo especiales, necesarios, capaces e importantes que somos.
Lo que sucede es que esos gestos de afecto o esas palabras de agradecimiento no siempre tienen lugar. Y si no tienen lugar, nos quedamos sin nuestra dosis de sentirnos especiales, necesarios, capaces e importantes. Por lo que, de nuevo, volveremos a intentarlo.
Y lo intentaremos hasta que lo consigamos. O hasta que no nos queden más fuerzas y nos hundamos concluyendo que no somos ni especiales, ni necesarios, ni capaces, ni importantes. Hasta que nosotros y nuestro bienestar, ahora sí, pasen a un segundísimo primer plano.
Todo lo anterior puede ser tanto causa como consecuencia de una baja autoestima ya que funciona como un círculo vicioso: ayudamos a los demás para obtener un sentido de valía a través del reconocimiento externo, a la vez que nos dejamos de lado y nos mandamos el mensaje implícito de que los demás son más importantes que nosotros mismo.
Si crees que sueles poner las necesidades del otro por encima de las tuyas, no temas a decir "no" y a poner límites; estás en tu pleno derecho de hacerlo. Velar por tu bien no es solamente tu obligación, sino también una necesidad. Te hablo de ello en mi libro: Quiérete más y mejor, si quieres saber más, haz click aquí.
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