Que no te dirijan la palabra, que ni te miren a la cara, que cuando se dirijan a ti lo hagan con frialdad, que te dejen en visto, que te respondan con monosílabos, que te hagan el vacío, que ignoren tu presencia, que no estén dispuestos a explicarte el porqué de su conducta y que alardeen de tener una excelente relación con otras personas para, por si todavía no nos había quedado claro, que sepamos que nos están castigando.
El tratamiento de silencio o la ley del hielo es uno de los castigos más dolorosos. Se nos rompe el alma cuando aquellos a quienes queremos y quienes supuestamente nos quieren, nos castigan con frialdad, con indiferencia, ignorándonos y sin tan siquiera dirigirnos la palabra.
La incertidumbre es una de las cosas que peor llevamos los seres humanos. Y parece que los perpetradores de la violencia del silencio lo saben perfectamente.
Necesitamos saber, y saber porqué nos sucede lo que nos sucede. En este caso, necesitamos saber porqué nos tratan como nos tratan. Y, como no lo sabemos, lo achacamos a nuestra conducta y creemos que hemos hecho algo mal. Algo realmente malo, de hecho, para merecer semejante castigo. E incluso llegamos a pensar que hay algo malo en nosotros. Algo tan malo, que merecemos ser ignorados, que no merecemos ser tratados de mejor forma. Estamos convencidos de ello, pero no conseguimos entender qué hemos hecho para recibir semejante castigo.
Y es probable que jamás encontremos respuesta, porque probablemente no hayamos hecho nada malo. Porque quien lleva a cabo conductas que perfectamente podemos encuadrar dentro del abuso emocional, es quien realmente se equivoca. No la persona vejada.
El silencio puede ser tan violento como una mala elección de palabras intencionada. Incluso como una agresión física, o eso es lo que dicen los estudios de neuroimagen. Porque el mensaje que se nos manda es de devaluación. Shakespeare dijo: "el peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarnos con indiferencia". Y es que el silencio se vuelve enfermizo. El silencio nos menosprecia. Nos manda el mensaje de que no somos merecedores ni tan siquiera de la palabra de esa persona.
Pero no es así. No debemos creer el mensaje implícito que se nos manda. Debemos ver el tratamiento del silencio como una forma de controlarnos. Como un recurso que utilizará la otra persona si no actuamos como desea.
En este punto, debemos dejar de preguntarnos qué hemos hecho, y pasar a hacernos la siguiente pregunta: ¿quiero a alguien en mi vida que me trate de esta manera?
Si la respuesta es no, pero no te sientes capaz de dar el paso, no dudes en buscar ayuda. Piensa: ¿qué le sucederá a mi bienestar si me quedo aquí por más tiempo?, ¿quiero eso para mí?
Si crees que ha llegado el momento de buscar ayuda y quieres que seamos nosotras quienes te acompañemos, contáctanos; estaremos encantadas de acompañarte en el proceso de armarte de valor, y de desarrollar las herramientas y la fortaleza necesarias para dar el paso que tu bienestar necesita que des.
Y, si eres tú quien lleva a cabo la ley del hielo, eres consciente de lo nocivo que resulta para el vínculo y para la persona que lo recibe y te gustaría aprender a hacer las cosas de forma distinta pero no sabes por dónde empezar, contáctanos; queremos ayudarte a tener interacciones más sanas y a construir vínculos más seguros.
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