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  • Foto del escritorMontse

Libertad

La libertad. Hace unos días os preguntaba en redes sobre qué temas os apetecería que hablase. Libertad era uno de ellos. Y no es casualidad que surja precisamente en un momento en que podemos sentir muchas cosas distintas pero, sobre todo, nos sentimos menos libres.


Nadie duda acerca de lo que "libertad" significa. Sin embargo, nadie se sorprendería si los matices de libertad son distintos para cada persona. Es un término tan sujeto a interpretación que divagar sobre ello nos acercaría a la filosofía. Desde las amenzas a la libertad de Dostoievsky y su lucha entre el destino y nuestra voluntad. Pasando por las cuatro libertades de Roosevelt, que nos empujan a vivir sin miedo, conservando nuestras creencias y expresándonos, valga la redundancia, libremente. A lo que cualquier hijo de vecino entiendo por ello.


Hablar desde lo filosófico puede tomarnos horas. Con este post no pretendo teorizar sobre el significado de la palabra en cuestión. Pero quiero invitarte a reflexionar sobre qué significa "libertad" para ti. Al hacerlo, sé concretx y específicx. No se trata de decir "libertad es sentirme libre". Es una obviedad. Ve más allá. Piensa en qué momentos sientes que te cortan las alas, que te cierran las puertas, que construyen muros enfrente tuyo o que te tienes que morder la lengua. Quizás, en este punto, nos acercamos más al concepto nietzschenano de libertad en la que rompemos nuestras ataduras. Aquellas que tenemos con nuestro pasado o con ciertas relaciones.


Las circunstancias del confinamiento evidencian la falta de libertad física. Y, quizás, de otro tipo. Pero en contextos habituales, ¿qué te hace sentir menos libre? Y, sobre todo, ¿cuáles son las consecuencias?


Nuestra libertad acaba donde empieza la del otro. Vivimos en sociedad. Una sociedad difícilmente sobreviviría sin normas, por lo que no podemos dejarlas de lado. Son necesarias. Hay cosas que no podemos hacer; y no debemos hacerlas si nuestra intención es preservar la convivencia. Pero, en ocasiones, las normas o la lectura que hacemos de ellas, resultan limitantes. Es entonces cuando debemos preguntarnos, ¿dónde está el límite? ¿En qué medida mi libertad es negociable?




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