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  • Foto del escritorMontse

Perder, a veces no es perder. A veces perder es ganar.

Perder. Perder, a veces no es perder. A veces perder es ganar. O sanar. O abrir una nueva puerta, obtener otra perspectiva o posibilitar otra realidad. Una realidad que quizás sea mejor, aunque nosotros no lo sabemos, porque nos quedamos con que perder es perder.


Perder una oportunidad, algo en lo que habíamos invertido. Incluso si las "perdemos", no deja nuestro contador a 0. Nos llevamos un aprendizaje: lo invertido junto con lo la reflexión de todo lo que podríamos haber hecho de forma distinta.


Perder el tiempo. O mejor dicho, invertirlo de manera no productiva. Sucede que no siempre tenemos que ser productivos. Incluso cuando no lo somos, quizás estemos invirtiendo el tiempo en algo que nos apetece. Y eso, a veces, es muy necesario. E incluso cuando lo perdemos, podemos aprender a no perderlo. En ese caso también estamos ganando.


Perder a la pareja. Si la perdemos nos mandamos el mensaje de que quizás lo hayamos hecho mal. Tan mal, que hemos echado a perder la relación. Y es posible que sea así. Pero también puede que la realidad sea distinta. En cuyo caso "perder" a la pareja puede traer consigo una oportunidad. Si la hemos "perdido" es que algo no iba bien - no necesariamente relacionado con nuestra persona -. Y, pensándolo fríamente, no queremos estar con alguien que no quiere estar con nosotros. Entonces no perdemos, sino que dejamos de perder. Ganamos. Los dos.


Perderte a ti mismo. La más compleja de las pérdidas. Y, quizás, la que posibilita una mayor oportunidad para repensarnos y crecer. Aunque quizás no nos hemos perdido, sino olvidado. Y eso lo sabemos porque quizás la solución no pase por encontrarnos, sino por querernos, priorizarnos y reinventarnos.



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