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¿Por qué me enfado tanto?

¿Alguna vez te has preguntado «¿por qué me enfado tanto?»? De ser así, te invito a que cambies esa pregunta, por otra formulada de manera más compasiva, y que puede darte mucha más información: «¿Qué hay detrás de mi enfado?»


El enfado es una moción «camuflaje»; o, mejor dicho, muchas otras emociones o realidades emocionales se «disfrazan» de enfado.


¿Quieres saber más al respecto? En este post te presento unas cuantas realidades emocionales (hay muchas otras, por supuesto) que se pueden encontrar detrás de un enfado.


Rabia: «Hay algo que no me ha gustado nada. Experimento rabia y esta me lleva a movilizar mis recursos para mostrar mi disgusto y desaprobación, poner límites y asegurarme de que no vuelva a pasar».


Agotamiento: «No puedo más; he estado regulándome durante todo el día y he agotado mi energía emocional, he llegado a mi límite», «estoy harta de que los demás me traten de forma desconsiderada, de ser yo siempre quien...».


Ansiedad: «Ahora mismo siento ansiedad y mi umbral de tolerancia es más bajo; estoy más irritable».


Miedo: «¿Es que te importo siquiera?, ¿me quieres?, ¿lo nuestro peligra?, pienso. Pero, en lugar de decírtelo así, me enfado, te digo que eres egoísta, que pasas de mí y que algún día te arrepentirás de haberme perdido».


Inseguridad: «Prefiero que me veas enfadado /a a que descubras en mí una parte insegura y vulnerable».


Frustración: «Otra vez las cosas no salen como esperaba...», «No has cumplido con tus promesas, una vez más...».


Injusticia: «Esto no me parece justo y voy a luchar por equilibrar la balanza o, al menos, para expresar que no estoy de acuerdo»


Invisibilidad: «Estoy harto/a de que me ignores, de no sentirme visto/a y, si me enfado, a lo mejor, te das cuenta de cómo me siento y se producen cambios».


Tristeza: «He aprendido que enfadarse es mejor que estar triste. Ya sabes, por eso de que “nadie quiere estar con una persona triste”».


A lo anterior, debemos añadir un nivel más de complejidad: puede que el enfado no responda en intensidad y proporción (si lo pensamos detenidamente, y en frío) a la situación presente. Y esto es debido a que, a veces, el enfado responde a las situaciones en las que no se nos ha tenido en cuenta, se nos ha tratado con desconsideración, se nos ha dañado o no se ha reparado el daño.


Creo que es necesario hacer una especial mención al rencor y al resentimiento: el enfado cumple una función, protegernos. Cuando nuestra relación con el enfado no es del todo sana, es muy probable que tratemos de evitar enfadarnos. Como consecuencia, albergamos enfado, acumulamos rencor y la intensidad de las emociones que experimentamos en cuanto nos encontramos en una situación que hace las veces de disparador emocional, el enfado resulta incontrolable (o, en términos más concretos, difícil de regular de forma sana).


Algunos de los disparadores emocionales pueden ser:

  • Sentir que se sobrepasan nuestros límites

  • Sentir que no se nos tiene en cuenta

  • Sentir que se nos trata de forma desconsiderada

  • Sentir que nuestra relación no es simétrica ni recíproca


Nuestra relación con el enfado se empieza a construir con los primeros vínculos, los cuales nos enseñan a relacionarnos con los demás, con el mundo y con nuestras propias emociones.


Si no hemos podido tener espacio para aprender a enfadarnos de forma sana (porque se nos invalidaba o se nos castigaba cuando mostrábamos enfado), o si nuestros cuidadores principales no se enfadaban (por miedo a que peligrase el vínculo), o si la forma que tenían de enfadarse ponía en peligro no solo el vínculo, sino la integridad emocional (incluso física) de alguna de las partes, es natural y esperable que ahora nuestra relación con el enfado no sea sana.


O a lo mejor sucedía lo contrario en nuestra familia de origen: solo se nos escuchaba si nos enfadábamos; o solo se nos tomaba verdaderamente en serio a un miembro de la familia cuando explotaba. Por lo que enfadarnos ha podido ser la única forma en que hemos aprendido a expresar lo que necesitamos y cómo nos sentimos (incluso cuando detrás del enfado había muchas otras emociones).


Aprendernos a relacionar con los demás es tan importante como aprender a relacionarnos con nosotros mismos. Y esto también incluye a nuestras emociones. Por lo que aprender a relacionarnos con el enfado de forma sana es todo un proceso.


Si crees que el enfado y la gestión del mismo es un tema para ti, te genera malestar, te causa dificultades en tus relaciones o te gustaría aprender a regularte mejor, no dudes en buscar ayuda.


Si quieres saber más sobre las interacciones que suceden dentro del vínculo, como conseguir que estas sean más sanas y seguras, y lograr construir, así, una relación en la que tanto tú como tu pareja os sintáis a gusto, echa un vistazo a mi nuevo libro Amor sano, amor del bueno, disponible en tu librería de confianza, Amazon, Casa del libro, FNAC, El Corte Ingles, etc.


Y si quieres que seamos nosotras quienes te acompañemos, escríbenos a través del formulario de contacto y te escribiremos para informarte sobre cómo trabajamos.




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