¡Bienvenida a esta aventura! Me gustaría que vieras este libro (o cuaderno de trabajo, no estoy segura de cómo llamarlo) como un viaje. Un viaje en el que te adentrarás en ti misma, explorando cómo te sientes en tus relaciones, cómo estableces lazos afectivos con tus parejas, con qué emociones sueles conectar en el área sexoafectiva, qué te lleva a conectar con estas emociones y no con otras, cuáles son tus necesidades emocionales, qué estrategias llevas a cabo para intentar satisfacerlas y qué tanto te acercan o te alejan de la mujer que quieres ser.

Este libro tiene como objetivo que te conozcas, que entiendas por qué te sientes como te sientes en las relaciones, por qué te vinculas como te vinculas; y, así, a través del autoconocimiento, entender de dónde vienes —conociendo a tu niña interior y a sus heridas— y decidir, desde la consciencia, hacia dónde vas —cómo es la mujer adulta y consciente que quieres ser y qué decisiones debes tomar para, día tras días, decisión tras decisión, acercarte a ella—.
Me gustaría pedirte algo que para mí es muy importante: que no te juzgues. Es fácil juzgarnos, criticarnos, culparnos. No caigas en ello. Has actuado de la mejor forma que has sabido con las herramientas con las que contabas, has experimentado las emociones que en ese momento tenían sentido, has tomado las decisiones que consideraste más oportunas en cada momento. Trata de aprender de tu experiencia y huye de los juicios: es a través del aprendizaje y de la compasión que podemos optar por una experiencia emocional distinta en el futuro.
En consulta veo a muchas mujeres como tú o como yo que toman decisiones respecto a sus relaciones de pareja movidas por la atracción o por la herida de esa niña que creció con carencias y que ahora les toca sanar. En ambos casos, las emociones dictan nuestras decisiones. No digo que no debamos prestar atención a nuestras emociones, no: tienen un mensaje importante para nosotras que no debemos dejar pasar. Sin embargo, movernos en el plano emocional dejando de lado la consciencia es arriesgado en tanto que permite que los patrones que hemos ido incorporando a lo largo de nuestra vida y, sobre todo, como resultado de nuestras vivencias en la infancia, tomen las riendas de la situación. Patrones de los que no somos conscientes hasta que no nos disponemos a hacer un ejercicio de introspección que suele ser motivado por el darnos cuenta de que siempre damos con el mismo perfil, o que siempre conectamos con los mismos miedos, o que siempre acabamos comportándonos de la misma forma, o que siempre acabamos sufriendo por amor.
Cada relación es un reto. Desde la primera cita, debemos tomar decisiones. Decisiones más o menos difíciles, pero, al fin y al cabo, decisiones que marcarán el curso de la relación. ¿Qué quiero?, ¿cuáles son mis estándares?, ¿me gusta lo suficiente como para seguir adelante?, ¿quiero que seamos exclusivos?, ¿y si convivimos?, ¿pongo sobre la mesa aquello que me molesta?, ¿marco un límite?, ¿sigo luchando, o pongo fin a la relación?
Decisiones basadas en preguntas cuyas respuestas suelen estar empañadas por la influencia de nuestras vivencias del pasado. Y no me refiero solamente a nuestro primer amor, o a aquellas primeras relaciones de pareja en las que nos movíamos con cierta torpeza, no. Me refiero también a aquellas experiencias de nuestra infancia, aquellas que quizás pensemos que quedaron en el pasado pues nos resulta difícil recordar, pero que causaron un impacto en su momento y que, aunque dicho impacto quedó aparentemente diluido con el paso del tiempo, quizás hoy formen parte de nuestra mochila emocional. Y es que esta mochila emocional, las heridas que no se han sanado afectan directamente a nuestra forma de vincularnos y al día a día de nuestras relaciones.
Decía en mi primer libro Quiérete más y mejor que querernos parece fácil, que suena intuitivo, que todo el mundo sabe querer; entonces, ¿cómo no vamos a querernos a nosotras mismas? Lo cierto es que sí sabemos querernos; pero, en ocasiones, no sabemos hacerlo de la mejor manera, no de la más sana. Y esto es justamente lo que nos sucede con las relaciones de pareja. Queremos, amamos, nos vinculamos. Además, parece que lo anterior sucede de forma intuitiva, natural, sin esfuerzo. Sin embargo, ¿queremos bien?, ¿amamos bien?, ¿nos vinculamos bien? Y por «bien» me refiero a si lo hacemos de tal manera que en las relaciones de pareja nuestro bienestar se promueva o, cuanto menos, se preserve: es decir, que el malestar no forme parte del día a día de nuestra relación.
Queremos, amamos, nos vinculamos. Y lo hacemos de forma instintiva. Creemos que sucede de forma prácticamente incontrolable, como si fuese algo que no estuviera en nuestra potestad cambiar, como si no pudiéramos hacer nada al respecto. Pero nos equivocamos: podemos decidir a quién queremos en nuestra vida y de quién mejor prescindimos si queremos querer, amar y vincularnos bien. Porque no todas las personas con las que nos crucemos pueden ofrecernos aquello que buscamos o necesitamos; y quedarnos intentándolo hasta la saciedad se traduce en malestar. Es cierto: las relaciones se construyen y esto requiere esfuerzo y constancia, incluso alguna que otra renuncia. Pero cuando alguien no nos ofrece (o no puede ofrecernos) lo que buscamos o lo que necesitamos, quedarnos en la relación intentando que funcione, dejándonos la piel y luchando para que salga bien juega en contra de nuestro bienestar.
Por eso tomar decisiones conscientes, con intencionalidad, basadas en el conocimiento de cómo nos vinculamos, qué buscamos y qué podemos ofrecer, nos permitirá construir relaciones más sanas, en las que nuestro bienestar no solamente se preserve, sino que también se promueva.
Tomar decisiones conscientes es solamente posible si hacemos un ejercicio de introspección respecto a dónde venimos (cómo pueden estar afectando las heridas emocionales que tengamos por sanar) y hacia dónde queremos ir (cómo queremos que sean nuestras relaciones, cómo nos queremos sentir en ellas, qué nos resulta inaceptable, cuáles son los límites que debemos poner).
Ser conscientes nos permite desenmarañar el espagueti en el que a veces nos encontramos, encajar las piezas para recomponer el puzle que a veces toma forma de hoja de ruta, una especie de mapa del tesoro que nos permitirá saber hacia dónde queremos ir y qué necesitamos trabajar para llegar hasta allí.
Por eso este libro se llama así: Amor consciente, yo y mis relaciones. Porque puede que tú, en tus relaciones, hayas navegado de forma no tan consciente como tu bienestar necesitaba. Pero no, no es tarde. Estás aquí, leyendo estas líneas porque tienes curiosidad, porque sientes que hay algo que podrías mejorar y estás dispuesta a intentarlo. Bien, vamos a ello. ¿Estás preparada? Coge un lápiz, ponte cómoda y pasa página. ¡Empecemos!
Texto perteneciente al prólogo de Amor consciente, yo y mis relaciones.
Ilustraciones de Sara Paint.
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