Al poco tiempo de empezar a ejercer como psicóloga me di cuenta del gran sufrimiento que podemos experimentar en las relaciones de pareja. Esta apreciación fue cobrando forma y relevancia a medida que en mi práctica profesional acompañaba tanto a personas, a título individual, a mejorar su relación consigo mismas y con su pareja, como a parejas que buscaban resolver conflictos y evitar que escalasen, entenderse mejor, fortalecer el vínculo y, en definitiva, que su relación se convirtiese en un lugar seguro.
Esta observación se hace extensible a los miles de seguidores del contenido que divulgo en las redes sociales. Todos ellos, con independencia del género, la edad o la localización geográfica, anhelan tener relaciones más sanas, en las que no haya sufrimiento y su bienestar no peligre.
Y es que el malestar es lo que nos mueve. Uno no se despierta un día diciendo: «Voy a trabajar para que mi relación sea más sana, para crear un vínculo seguro para mí y para mi pareja». Sería estupendo, no lo voy a negar, y quizá sea el caso de algunas personas. Sin embargo, suelen ser las emociones incómodas las que nos dan un toque de atención en forma de «Haz algo para mejorar la situación». Y el sufrimiento que experimentamos en las relaciones de pareja puede llegar a niveles desorbitados, incluso a paralizar nuestra vida y a poner en jaque el resto de sus facetas.
Muchas personas a quienes he tenido el placer de acompañar en su proceso de crecimiento personal acudían a consulta, precisamente, movidas por un malestar que tenía origen en uno de los vínculos más estrechos de su vida: su relación de pareja. «No estamos bien», «No nos entendemos», «Somos compañeros de piso», «Mi pareja no me proporciona lo que necesito», «¿Lo nuestro puede funcionar?», «Cada vez discutimos más», «¿Podemos reavivar la chispa y salvar la relación?» eran las inquietudes que expresaban, acompañadas de una gran incomodidad que podía traducirse en ansiedad, en pensamientos de corte obsesivo, en intentos casi compulsivos de aplicar una u otra estrategia para lograr que la relación por fin funcionase…
Y yo me preguntaba: «Con lo complicada que puede llegar a ser la vida, con lo difícil que resulta mantener el equilibrio, ¿no se supone que las relaciones de pareja deben ser una fuente de apoyo, tranquilidad y seguridad?». Sin saberlo, estaba haciendo referencia a lo que Bruce McEwen neuroendocrinólogo estadounidense, denominó «carga alostática».
Cuando nos vemos sometidos a elementos estresores de manera continuada, nuestro equilibrio interno puede verse afectado: el cuerpo no tiene margen para recuperarse tras el evento estresante si el estresor sigue activo; en consecuencia, acabamos acostumbrándonos a vivir con esta sobrecarga. ¿El resultado? Nos encontramos ante una nueva situación de «equilibrio» (un equilibrio forzado que tiene origen, en realidad, en un desequilibrio), un nuevo estado en el que nuestra capacidad para sostener sucesos estresantes es menor.
Voy a ponerte un ejemplo: ¿verdad que por la mañana sueles tener más paciencia que por la tarde, cuando ya has vivido varias situaciones que, aunque de manera aislada pueden parecer insignificantes, al acumularse al final del día te agotan sobremanera? Bien, pues lo mismo sucede con otros estresores quizá más significativos a los que tenemos que hacer frente a lo largo de nuestra vida: acabamos agotados y sin espacio mental ni emocional para gestionar las dificultades de forma sana, tal y como nos gustaría.
Cuando pensamos en fuentes de estrés es posible que, en primer lugar, nos venga a la cabeza nuestro trabajo, o la situación económica que atravesamos, o un problema de salud, o los conflictos que podamos tener con un jefe exigente o con un compañero con quien no nos llevamos del todo bien. Sin embargo, ¿no es la relación con nuestra pareja un motivo de estrés más común de lo que nos gustaría?
La facilidad con la que nos enfadamos, discusiones que escalan, conflictos que no se resuelven —sino que se eternizan—, discrepancias en cuanto a la crianza o la distribución de las tareas del hogar, la impotencia que nos causa no ser capaces de entendernos, sentir que hagamos lo que hagamos la situación no mejora, la frustración de no poder dar con la clave para que nos sintamos a gusto en el vínculo…
¿Ves por dónde voy? Las relaciones deben fomentar nuestro bienestar; en todo caso, no contribuir a nuestra carga alostática. En otras palabras, las relaciones de pareja deben aportarnos un entorno seguro en el que experimentar calma y tranquilidad, no causarnos malestar.
«¿Y cómo podemos conseguir que nuestra relación se convierta en un lugar seguro y que promueva nuestro bienestar?», puede que te preguntes. Mi propuesta pasa por hacer introspección y autocrítica, y por observar desde la curiosidad a nuestra pareja y lo que sucede dentro del vínculo con el objetivo de ver para comprender, dar sentido y sentirnos más cerca, a pesar de las diferencias. Pero ¿a qué me refiero con «ver»? Te lo explicaré con mayor detenimiento en el primer capítulo, pero permíteme que lo resuma en las siguientes líneas.
En las interacciones que suceden entre tu pareja y tú, probablemente tengas en cuenta sus palabras y, de forma paralela, en un plano no del todo consciente, su comunicación no verbal. Bien, pues a lo anterior deberíamos añadir unas cuantas variables más: hablo de tu mundo interno y del de tu pareja, de las heridas de experiencias pasadas que puedan estar mediatizando el significado que atribuís a vuestras interacciones, de vuestro estilo de vinculación (o apego), de la mochila emocional que lleváis a cuestas y que puede estar sesgando el significado emocional que concedéis a vuestros mensajes. Para que me entiendas: quiero que te vuelvas experto en ti mismo, en tu pareja, en cómo funciona vuestra relación, en lo que necesita cada uno de vosotros, en lo que os molesta, en lo que os ayuda a sentiros vistos, escuchados, validados, tenidos en cuenta, seguros y queridos.
«¿Y cómo nos ayudará todo lo anterior?» puede ser la siguiente pregunta lógica. Que veas a tu pareja y que la ayudes a verte acercará vuestras realidades emocionales, algo así como abrir la puerta a vuestro mundo interno. Puede que ahora no lo creas, pero te prometo que incorporar esta perspectiva cambiará vuestra forma de veros, de ver el vínculo y lo que sucede en un plano menos evidente de vuestra relación. Tu forma de entender las relaciones cambiará: tu mirada estará atenta a sutilezas, que, en realidad, son las que nos ofrecen una imagen más rica y valiosa de nuestros vínculos. Me ha pasado a mí. Les ha pasado a las personas a quienes acompaño y he acompañado en consulta. Y también te pasará a ti.
Diría que somos más o menos conscientes de cuando nuestra pareja está enfadada, o de cuando se pone a la defensiva. Seguramente coincidas conmigo. Pero ¿serías capaz de decirme cuándo te pide a gritos con sus palabras, con sus gestos, con sus silencios… ser vista o tenida en cuenta? ¿Sabrías decirme en qué situaciones se producen pequeñas rupturas en el vínculo? Dicho de otro modo, ¿podrías identificar qué palabras suponen una pérdida de seguridad para tu pareja? ¿Y para ti? Quizá ahora no, pero el objetivo de este libro es que, cuando termines sus páginas, seas capaz de a tu pareja en estos términos: en términos de necesidades emocionales.
Tenemos tantas cosas en la cabeza, tantas tareas y preocupaciones, que, cuando interactuamos con nuestra pareja, solemos hacerlo en un nivel superficial; todo resulta muy funcional, centrado en resolver problemas y en encontrar soluciones. Pero hay un hándicap: eso se enmarca en el mundo de las acciones.
Sin embargo, ¿qué sucede con nuestras emociones? ¿Dónde quedan nuestras necesidades emocionales? Solemos estar tan enfrascados en lo que tenemos que hacer que descuidamos el sentir y no vemos a nuestra pareja. Y, si no la vemos, no podemos entender cómo se siente ni qué necesita.
Quiero que imagines que llevas incorporado un traductor de necesidades emocionales. ¿Cómo se siente mi pareja? ¿Qué necesidades emocionales están en juego? ¿Qué necesita de mí, según su estilo de apego y su lenguaje del amor? ¿Cómo de seguro es el vínculo para ella en estos momentos? ¿Cómo necesitaría que yo respondiera para aumentar la seguridad emocional en el vínculo?
Pero también ¿cómo me siento yo? ¿Con qué emociones conecto? ¿Qué me llega de su mensaje con más fuerza? ¿Cómo me nace responder? ¿Esta respuesta contribuye a una mayor seguridad emocional para el vínculo? ¿Cómo puedo responder para que mi pareja se sienta vista y validada? Y mis necesidades, ¿dónde quedan? ¿Es este vínculo seguro para mí? ¿En qué medida puedo ofrecerle lo que necesita a la vez que honro mis propias necesidades?
Ver a tu pareja significa ser consciente de todo lo anterior y tenerlo en cuenta a la hora de escoger cómo lees sus mensajes y qué respuesta decides darles. ¿Entiendes ahora por qué es tan importante para mí que consigas ver a tu pareja y que te dejes ver por ella?
En ocasiones no somos conscientes de esta realidad, la emocional, ni de la importancia que entraña para nuestros vínculos. Sí, sabemos que somos personas que sienten y padecen, pero ¿lo tenemos verdaderamente en cuenta a la hora de escoger nuestras acciones y nuestras palabras, con el mensaje implícito que mandamos a nuestra pareja, en cada una de nuestras interacciones? Diría que no. O, al menos, no tan a menudo como nos gustaría, ni de forma tan consciente como requiere nuestro vínculo.
Lo entiendo: estamos agotados por las exigencias de las obligaciones diarias, y leer los mensajes que nos envía nuestra pareja en el plano emocional y procurar que nos vea y nos entienda puede resultar una causa de agotamiento adicional, algo así como tener que comunicarnos con nuestra pareja en un idioma que no necesariamente dominamos al final de la jornada, que es cuando más cansados estamos.
No quiero que te asustes. Dicho así, sé que puede parecer complicado. Pero te prometo que a lo largo de este libro te acompañaré a descifrar los entresijos de tu mundo emocional y el de tu pareja para que puedas verla y dejarte ver de tal manera que os conozcáis a otro nivel, uno más profundo e íntimo.
Algo que sucede a las personas a quienes he acompañado en consulta es que, una vez que son capaces de identificar cómo se sienten, de ver qué necesitan y de ponerle nombre, se vuelven más capaces de identificarlo en su pareja: de repente, la ven de otra manera, más profunda, más íntima. No es magia, pero casi.
Y es que este libro va de esto: de conseguir que la seguridad emocional sea la característica principal del vínculo, y de construir, recuperar o afianzar la intimidad en la relación.
¿Por qué hago énfasis en la seguridad? Porque para mí es la base de todo vínculo sano. La seguridad nos permite mostrarnos tal y como somos y sentir que nuestra relación es un refugio al que volver cuando necesitamos sentirnos cuidados, queridos y protegidos; un lugar en el que es seguro mostrarse vulnerable. Y esto sucede, en parte, gracias a la seguridad y, en parte, gracias a la intimidad.
Verás, en consulta acompaño a parejas que intentan resolver con cercanía la distancia que ha ido separándolas con el tiempo. Sería una excelente idea si no fuese porque la cercanía que proponen suele ser física y sexual, cuando la distancia que las separa es de naturaleza emocional. La intimidad debe nutrirse de un acercamiento genuino que nazca de la curiosidad, que no juzgue, que quiera ver para entender y para poder estar ahí de la manera en que se nos necesita, y crear, así, un lugar seguro. Y para eso se requiere compasión.
Ya verás que la compasión es un elemento indispensable en el trabajo que realizarás a lo largo de los capítulos: parto de la base de que todos actuamos de la mejor manera que sabemos, usando las herramientas con las que contamos. Sin embargo, a veces nos quedamos muy cortos… o nos pasamos de largo, proporcionando a nuestra pareja lo contrario de lo que necesita. ¡Y es que no puede ser de otra forma si no hemos tenido oportunidad de aprender a querer, pero a querer bien, de forma sana y segura!
A lo largo de este libro te hablaré a ti, querido lector, querida lectora. Pero quiero proponerte una cosa, a ver qué te parece: que seamos tres quienes nos involucremos en la lectura de estas páginas. Tres, sí: tú, yo… y tu pareja. Si bien es cierto que lo que tú integres en tu día a día como resultado de las reflexiones que te propongo puede contribuir a un cambio significativo en las dinámicas de la relación y que, en consecuencia, tu pareja se sienta más segura en el vínculo e introduzca cambios también por su parte de manera natural y espontánea, sería estupendo si pudieras involucrarla en la lectura de alguna u otra forma.
Soy muy de ejemplos y de sugerencias. Ya me irás conociendo. Tú quédate con lo que te aporte y hazlo tuyo. Yo, por mi parte, me tomaré la libertad de lanzar alguna que otra propuesta sobre cómo enfocar algunos temas o sobre cómo transmitírselos a tu pareja, porque soy consciente de que a veces, por simple que pueda parecer, hablar de emociones nos paraliza.
Mira, voy a ponerte un ejemplo: un día que salgáis a merendar o cuando estéis tranquilamente paseando a vuestro perro, coméntale que estás leyendo un libro que crees que puede resultar interesante para ambos, que trata sobre las necesidades emocionales que se dan en las relaciones de pareja y cuyo objetivo es que estas sean un lugar seguro para todas las personas implicadas. Dile que sientes curiosidad por identificar tus propias necesidades emocionales y poder ponerlas en palabras para que te vea. Dile también que te encantaría que hiciera el mismo ejercicio, porque la relación te importa, porque quieres estar bien, porque quieres que esté bien y esto pasa por veros, pero veros de verdad.
Desde ya te aviso de que insistiré mucho en que os veáis. Pero es que creo de verdad que marca la diferencia entre dos personas que viven bajo el mismo techo y que comparten espacio emocional, que están verdaderamente conectadas, en sintonía y coconstruyen un «nosotros». Esto fomentará la intimidad, además de promover un vínculo sano que se convierta en un lugar seguro en el que calma y tranquilidad estén muy presentes.
A lo largo de este libro encontrarás la explicación de algunos conceptos clave (prometo no aburrirte), historias con las que sentirte identificado, sugerencias de preguntas para reflexionar y muchas propuestas de ejercicios (incluso juegos) que podrás ir poniendo en práctica en tu día a día.
Pero te pido que tengas en cuenta lo siguiente: este libro no está pensado para ser leído, sino trabajado. Y eso significa hacerse preguntas (a veces difíciles, a veces incómodas), entonar autocrítica y atreverse a mirar más allá. También significa dar un paso al frente y apostar por diferentes formas de expresarse, responder y actuar.
Es posible que todo lo anterior te abrume a ratos. Cuento con ello: puede que tanta información, tantas propuestas de ejercicios y tantos cambios sean demasiado para ti. Trata de tenerlos en cuenta y ve incorporándolos cuando estimes oportuno. No tienes por qué integrarlo todo a la vez, pero asegúrate de ir integrándolo poco a poco, paso a paso. Porque las relaciones son eso: pequeñas acciones cada día.
En el primer capítulo hablaremos de necesidades emocionales. En el segundo exploraremos los distintos estilos de apego y cómo estos se relacionan con nuestras necesidades y la seguridad del vínculo. En el tercer capítulo trataremos la seguridad emocional, que es un aspecto clave para una relación sana. Y en el cuarto trabajaremos la intimidad y la conexión, promoviendo la vulnerabilidad, la compasión y la gratitud, y subrayando la importancia del contacto físico en el plano emocional.
Todo lo anterior lo trabajarás desde una perspectiva integradora. ¿Qué quiero decir con esto? Que abordaremos desde distintos frentes lo que sucede dentro de tu relación. En concreto, te proporcionaré herramientas para que puedas comunicarte de forma más empática, asertiva y efectiva. También exploraremos cómo lo que aprendiste sobre las relaciones y los vínculos con tus cuidadores principales en las primeras etapas de tu vida tiene impacto en tu presente, a través de tu estilo de apego. Además, abordaremos las respuestas que ofreces ante determinadas interacciones desde una perspectiva neurofisiológica, entendiendo cómo funciona tu sistema nervioso y cómo afecta a tus relaciones (algo muy importante y, por qué no decirlo, que a mí particularmente me parece interesantísimo). Y por último, pero no por ello menos importante, nos adentraremos en el fascinante mundo de las emociones. Créeme que si he escogido calificarlo así, como fascinante, no me faltan motivos: estoy segura de que te percatarás o serás más consciente de cuestiones que siempre habían estado ahí pero que ahora, como por arte de magia, salen a la luz gracias a poder verte a ti y tu mundo emocional, a poder ver a tu pareja y su realidad en un plano más profundo, y a mirar las dinámicas que suceden dentro del vínculo de forma distinta.
No quiero entretenerte más. ¿Qué me dices? ¿Vamos a ello?
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