«¿Qué significa amar?», es algo que todas y todos nos hemos cuestionado en alguna ocasión. No es una pregunta a la que se pueda responder brevemente. De hecho, entraña cierta complejidad.
Creemos que tenemos claro qué significa amar; parece que no hay atisbo de duda, hasta que nos paramos a reflexionar a propósito.
Amar es algo que todos pensamos que sabemos hacer. Y puede que sea así; pero hay tantas formas de amar, que afirmarlo resulta un tanto arriesgado.
Y es arriesgado porque amamos de formas tan distintas que, a veces, nos perdemos a nosotros mismos en el significa del amor.
«¿Qué es el amor?» es una pregunta que surge de vez en cuando en terapia. Sentir que estamos con alguien a quien no amamos nos produce pavor. Casi tanto como sentir que amamos a alguien que no nos corresponde. Es entonces cuando conocemos la cara menos dulce del amor.
Y es que a veces resulta muy difícil discernir entre amor y otras emociones. Y esto sucede precisamente porque amar suele ser más que amor; amar es un conjunto de emociones que experimentamos cada nuestra particular manera, y dependiendo de la situación.
Afecto, comprensión, atención, preocupación, respeto... todas ellas pueden ser indispensables para que consideremos que amamos a alguien; pero, a la vez, pueden darse de forma aislada y desvinculándose de lo que significa verdaderamente amar -si es que podemos considerar que hay una forma de amar que sea verdadera-.
Pero amor también es compartir, es aprender el uno del otro, es entregarse... Y todo ello, de nuevo, no forma parte del amor desde una rígida dicotomía, sino bajo la siguiente premisa:
Amar es compartir reservando espacios propios. Amar es aprender a la par que enseñamos, nos mantenemos críticos con el otro y no perdemos de vista nuestro criterio. Amar es entregarse sin perder la identidad.
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