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  • Foto del escritorMontse

Que nos quieran VS sentirnos queridos

Todos sabemos qué significa "querer", al menos a grosso modo. Pero es curioso como en el día a día la cosa cambia. Resulta que, entonces, los matices cobran una gran importancia; y resulta que, entonces, es precisamente cuando nos damos cuenta de que "querer" puede tener tantas acepciones como personas y circunstancias existen.

Y digo que me resulta curioso porque en muchas ocasiones no se trata de "querer" sino de "sentirse querido". Y eso de "sentirse querido", amigas y amigos, es todavía más volátil que las múltiples acepciones de "querer". Porque no nos basta con que nos quieran; ahora debemos sentirnos queridos. Que, a veces, va de la mano; pero en otras ocasiones no.


No vamos a entrar a discutir términos; esa no es la idea. Pero, de nuevo, me resulta curioso cómo a veces no nos sentimos queridos, incluso cuando nuestra pareja nos ofrece todo aquello que podríamos necesitar para que nos sintiéramos valiosos, especiales, queridos. Incluso aquello que le pedimos y que negociamos, aquello que manifestamos que necesitamos para sentir que nos quiere.


Y es que en ocasiones no depende de lo que nuestra pareja nos ofrece; sino de lo que nosotros necesitamos; que, a su vez, depende de los miedos más internos y de las carencias del pasado. Y, como estaréis suponiendo: no, no podemos saciar carencias del pasado con caricias en el presente. Es inviable. Y es por este motivo que, incluso si nuestra pareja nos baja la luna, no nos parecerá suficiente.


Y todo lo anterior se traduce en querer - mejor dicho, en "necesitar" - que nuestra pareja esté encima nuestro (no como los perretes de la foto, no literalmente; pero casi). Necesitamos que nos demuestre que le importamos, que piensa en nosotros, que nos echa de menos... Como si el querer dependiera exclusivamente de ello. Pero eso es lo que necesitamos en ese momento y todo lo demás, todos aquellos actos que lleva a cabo en pos de nuestro bienestar, no nos importan. En ese momento solamente queremos saciar nuestras necesidades. Necesidades que, en ocasiones, no corresponden al presente; sino a sensaciones fruto de heridas o carencias del pasado.




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