Las creencias limitantes son concepciones de la realidad profundamente arraigadas en nuestro pensamiento y que mediatizan nuestra percepción de la gente con la que nos relacionamos, de las situaciones que vivimos y de nosotros/as mismos/as (de nuestra forma de ser, de nuestras capacidades...), ofreciéndonos una visión negativa y poco alentadora de la vida.
El origen de nuestras creencias limitantes puede encontrarse en la infancia, como resultado de nuestras interacciones con nuestros padres, profesores, amigos, compañeros de clase... O bien, también pueden ser fruto de experiencias que hemos vivido u opiniones que hemos recibido en el camino. Algunos ejemplos: "debes estudiar para ser alguien", "llorar es de débiles", "demuestra que eres un hombre", "rendirse es de fracasados", "no vales para esto", "con este mal genio, nadie te va a querer"...
Aunque las creencias limitantes estén basadas en mensajes que hemos recibido en el pasado, o en opiniones formadas a raíz de experiencias vividas, debemos tener algo claro: NO necesariamente se basan en hechos, por lo tanto, NO son necesariamente veraces.
Sin embargo, este punto tan importante suele pasarnos desapercibido porque:
1. No somos conscientes de ellas: hace falta hacer un trabajo de autoconocimiento para identificarlas.
2. No solemos ponerlas a prueba: la consecuencia inmediata de no ser conscientes de nuestras creencias limitantes es que "campan a sus anchas", afectando nuestro día a día, sin cuestionarlas o ponerlas a prueba.
Algunos ejemplos típicos de creencias limitantes son:
"No voy a ser capaz", cuando nos enfrentamos a una situación nueva.
"No valgo para nada", cuando algo no nos sale bien.
"Nadie se fijará en mí", cuando nos miramos al espejo y no podemos evitar fijarnos en lo que no nos gusta de nuestro físico.
"No va a salir bien", cuando nos invitan a una cena con amigos/as o familia, o preparamos un evento. "Si fallo, seré un/a fracasado/a", ante una situación que sentimos que pone a prueba nuestros conocimientos o capacidades.
"Debo ser duro/a para hacerme respetar, de lo contrario se van a reír de mí", en situaciones sociales o en el trabajo, al relacionarnos con otras personas.
"Soy un desastre", cuando se nos olvida algo o bien nos equivocamos.
"Nadie me quiere", cuando un amigo/a no nos pregunta cómo estamos tan a menudo como nos gustaría.
"No puedo permitirme llorar, no debo ser débil", ante una situación que nos entristece.
"Me voy a quedar sólo/a",cuando nuestra pareja nos formula una queja.
"No se puede confiar en la gente", cuando nos llevamos una decepción.
¿Te resultan familiares? Seguramente sí, ya que en cierta medida todas las personas tenemos creencias limitantes en nuestro repertorio de creencias sobre los demás, nosotros/as mismos/as y la vida en general. Lo importante es: ¿en qué medida me impiden vivir la vida que quiero?, ¿en qué medida nos impiden avanzar?, ¿en qué medida afectan a nuestras relaciones?
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