La reciprocidad es un aspecto muy importante para cualquier relación. Pero, en las de pareja, siendo un vínculo tan cercano, donde nos mostramos tan vulnerables, cobra una especial importancia.
Si no hay reciprocidad en los vínculo sexoafectivos, corremos el riesgo de encontrarnos (o contribuir a co-construir, aunque no sea nuestra intención) una relación jerarquizada, unidireccional y asimétrica en la que, en lugar de relacionarnos de igual a igual, nos relacionemos desde dinámicas de poder en las que una parte siente que da, que ofrece, que trabaja para que el vínculo funcione; mientras que la otra persona recibe, pide y no se revisa.
Lo anterior nos deja en una situación que dista de ser justa. Además, puede tener consecuencias negativas para nuestra autoestima pues podemos terminar integrando o exacerbando creencias como que no merecemos nada mejor (entendiendo por ello una relación en la que sean honradas las necesidades emocionales de ambas partes).
Empecemos por el principio:
Cuando una relación no es recíproca, termina convirtiéndose en un vínculo asimétrico.
Si bien es cierto que no hay ninguna relación en la que la reciprocidad sea del 100% porque no se puede medir y porque la reciprocidad, de hecho, es una cuestión subjetiva; será importante que sintamos que en nuestra relación de pareja remamos ambas partes; que ambas contribuimos al bienestar del otro.
Importante matiz: al tratarse de un concepto abstracto que habla de cómo nos sentimos, más que de como es una situación, el sentimiento de reciprocidad dependerá de nuestra percepción y esta, a su vez, de nuestra historia, de cómo hayan sido los vínculos anteriores y de la seguridad del vínculo actual.
Identificar los aspectos en los que no hay reciprocidad nos ayudará a entender el porqué de nuestro malestar, a explorar qué necesitaríamos al respecto y a decidir si queremos hacer algo con esta información (expresarla a nuestra pareja o, si ya lo hemos hecho, valorar poner límites o tomar otro tipo de decisiones con el objetivo de cuidarnos y protegernos).
Importante también tener en cuenta que la reciprocidad no es una cuestión del todo o nada, de blancos y negros; sino que se mueve en las escalas de grises, pues es cuestión de grado. Por lo que no será lo mismo que en el vínculo sucedan algunos de los aspectos que mencionaré más abajo de forma aislada, casi anecdótica, o que se acompañen de reparación y un cambio de conducta; a que sucedan de forma sistemática, que no se haga crítica y que no exista la voluntad de querer ofrecer algo distinto.
De la misma forma que en los aspectos que menciono más abajo, verás que algunos tienen un mayor y peor impacto en el vínculo, incluso algunos pueden suponer un límite infranqueable; mientras que otros pueden no tener tanta relevancia.
Es también importante entender que las relaciones cambian, igual que lo hacen nuestras necesidades. Como individuos, evolucionamos, por lo que es posible que en el pasado la relación no fuese recíproca y que ahora sí lo sea; o vice versa.
Algunos de los aspectos que nos ayudarán a valorar el nivel de reciprocidad de la relación son:
1️⃣ Sueles iniciar tú las conversaciones enfocadas a expresar cómo os sentís, a avanzar en la relación, a construir intimidad, a solucionar problemas y a abordar los conflictos que se dan dentro de la relación.
2️⃣ Pones en pausa tu agenda y cambias de planes frecuentemente para que podáis pasar tiempo en pareja. De lo contrario, resultaría prácticamente imposible compartir tiempo y espacio.
3️⃣ No das para recibir, pero aún y así sientes que lo que recibes queda muy descompensado con lo que das (y no es algo puntual, fruto de que tu pareja pase por una mala racha y no pueda honrar tus necesidades emocionales de forma esporádica; sino que más bien se trata de una dinámica muy instaurada).
4️⃣ A la hora de hacer planes tienes en cuenta a tu pareja, pero no sucede lo mismo cuando la situación se invierte. No se trata de pedir permiso, por supuesto; sino de asegurarnos de que haya espacio para el desarrollo de la individualidad, a la vez que hay espacio para la pareja (para la construcción de intimidad experimental).
5️⃣ Te aseguras de que las necesidades de tu pareja estén satisfechas y te centras en ellas, incluso dejando de lado las tuyas.
Importante matiz: a veces, la asimetría de la relación nace de una complacencia que tiene origen en el miedo al abandono; sí, porque, a veces, la ausencia de reciprocidad no viene dada por la negligencia de una parte, sino por la sobreprotección del vínculo que ofrece la otra parte.
6️⃣ Sientes que tu pareja da prioridad a sus necesidades, intereses, aficiones, actividades... Y eso está bien, siempre y cuando no sea en detrimento de los tuyos (es decir, que cuando pones los tuyos sobre la mesa, se descarta cualquier posibilidad de negociar y llegar a un término medio).
Para que un vínculo sea sano, es importante que tanto las necesidades de una parte como las de la otra sean tenidas en cuenta y satisfechas (quizá no al 100% pero sí lo suficiente como para sentir que, honesta y genuinamente, dentro de la relación, estamos bien).
También es importante que ambas partes conserven su individualidad. Cuando esto no sucede, cuando sentimos que una parte se pierde, se difumina o se hace más pequeña dentro de la relación, resulta conveniente revisar las dinámicas que se dan dentro de ella.
7️⃣ Te da la sensación de que tus sueños y objetivos han quedado a un lado, que has hecho muchas renuncias para que la relación pueda seguir adelante.
Y es que hacer alguna renuncia es necesario. Pero cuando se dan renuncias de forma sistemática, cuando estas tienen sabor a sacrificio o cuando es siempre una de las dos partes las que las hacen, es necesario pararnos y revisar qué está sucediendo dentro del vínculo.
8️⃣ Sientes que tu pareja puede irse si no trasgredes tus propios límites o no te autrotraicionas, por lo que, como quieres preservar el vínculo (o te sientes atrapado/a en él), te sientes en obligación de hacerlo (aunque no se haya verbalizado como tal, parece haber una especie de contrato implícito, y los hechos te avalan).
9️⃣ Sientes que tienes que callar lo que te molesta para evitar que se genere un conflicto que, además de no solucionarse, va a empeorar la relación.
O bien ya has decidido no poner sobre la mesa cómo te sientes porque va a ser interpretado como una molestia, y anticipas que vas a tener que escuchar frases como «siempre estás igual», «otra vez lo mismo», «no busques problemas», «el problema es tuyo, a mí la situación ya me va bien».
🔟 Cuando le explicas algún punto de lo anterior a tu familia o amistades te sorprendes a ti mismo/a disculpando a tu pareja con argumentos que rozan el autoengaño: «pero habitualmente no es así», «está pasando mala racha», «pero luego es un amor, ¿eh?».
Y no es la primera vez que sucede.
Si te resuena lo anterior, en lugar de caer en buscar culpables, te animo a explorar las dinámicas, a identificar qué no funciona o dónde está el origen del malestar para valorar qué tan seguro es el vínculo para ti y, desde ahí, desde una mayor claridad, decidir si quieres y/o necesitas hacer algo al respecto.
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