Solemos imaginarnos las vacaciones de forma idílica: pasar más tiempo en pareja (o en familia) ¿cómo no nos va a apetecer? Pero lo cierto es que a veces lo que esperamos (o deseamos) se aleja de la realidad.
Esto ocurre especialmente cuando hay diferentes aspectos en la pareja que los mantienen alejados (discrepancias acerca de los valores, conflictos no resueltos...). Estas diferencias probablemente no afloran en el ajetreo del día a día, cuando las obligaciones y las responsabilidades se llevan todo nuestro tiempo y atención. Sin embargo, durante las vacaciones, cuando nos libramos de muchas obligaciones y preocupaciones, estas diferencias se hacen más visibles.
Estas diferencias suelen traducirse en distanciamiento emocional; en caso de que éste exista, se hace más patente durante las vacaciones y puede manifestarse en forma de un deseo de querer que vuelva la rutina.
Es cuando estas diferencias y este distanciamiento se ve reflejado en la toma de decisiones, que los conflictos afloran.
Para evitar que este distanciamiento emocional se dé - tanto en vacaciones, como el resto del año -, es imprescindible que cada miembro de la pareja sienta que puede compartir con el otro sus inquietudes y sus alegrías; y que, entre los dos, como un equipo, gestionen las dificultades y tomen las decisiones. De esta forma, se acotará la distancia entre ambos.
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