Mientras que una parte de la población disfruta del periodo navideño, hay para quienes, estos días, resulta especialmente fácil conectar con la tristeza. Esto puede deberse a:
- La distancia entre la realidad y la versión idealizada de la Navidad que nos “venden”: los mensajes idealizados que nos mandan los medios de comunicación y, en general, la sociedad, que nos exigen alegría, amor, paz y un trato cordial con nuestros familiares. Esto puede distar de nuestra situación, en la que hay separaciones, desavenencias, fallecimientos…
- Los eventos sociales: encontrarnos con familiares, compañeros del trabajo,… también puede ser estresante; sobre todo si vamos a hablar de temas que pueden ser motivo de discusión, o si hay algún tipo de desavenencia con ellos.
- Los gastos navideños: de nuevo, los mensajes publicitarios y culturales nos empujan a gastar importantes cantidades de dinero en regalos y eventos sociales. Puede que, sin la presión social y cultural, no hiciéramos estos gastos, por lo que puede incomodarnos tener que hacerlos solamente para sentir que actuamos como se espera de nosotros.
- El balance de final de año: la Navidad nos invita a reflexionar sobre aquello que hemos logrado, pero también en aquello que no hemos alcanzado. Si solemos fijarnos en lo segundo, es posible que nuestro estado de ánimo se vea afectado.
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