Nuestra sociedad piensa en el egoísmo en términos de todo o nada. El resultado está claro: fomentar el rechazo del egoísmo, que se presenta en contraposición al altruismo. Por supuesto, el altruismo se encuentra en la base del progreso de la sociedad en lo emocional y relacional. Sin embargo, el entender el egoísmo en términos del todo o nada hace que hagamos una lectura - para mí -, errónea:
Según mi experiencia, según lo que me contáis en terapia, parece que el rechazo al egoísmo que nos instauran desde pequeños nos lleva a poner a nuestra persona en segundo plano, bajo la máxima:
"Primero los demás; después yo".
Siempre.
En todas las situaciones.
Y nos parece bien, porque es lo que hemos aprendido, y muestra una versión de nosotros generosa, bondadosa. En algunos contextos esta aproximación seguro que nos aporta ventajas.
Pero os puedo asegurar que NO en TODAS.
De hecho, si incorporamos esta máxima a nuestros valores, el resultado obvio será que los demás estarán por delante nuestro, literalmente, y siempre. Priorizaremos su bienestar al nuestro; velaremos por sus intereses, incluso si son contrarios a los nuestros; y satisfaremos sus necesidades antes que las nuestras. Porque "primero son los demás; y, después, yo".
Parte de mi aproximación terapéutica consiste en ponernos a nosotros mismos en el centro de nuestra vida. En otras palabras: en adoptar una estrategia "egoísta". Sí, fomento el "egoísmo" (¡que más bien es ASERTIVIDAD! os hablo de ello en este artículo).
De hecho, en muchos casos forma parte de mi lista de objetivos terapéuticos, y resulta satisfactorio que me digáis: "Montse, me he vuelto egoísta". Porque sé que no es un egoísmo acompañado de desinterés por los demás. Tampoco estáis dejando de lado el ayudarles, el estar ahí cuando os necesitan, el satisfacer sus necesidades en la medida que os sea posible.
No.
Todo esto lo seguís haciendo.
Pero siendo conscientes de que primero estáis vosotros y vuestras necesidades.
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