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Apego y seguridad: buscamos sentirnos a salvo

Cuando éramos bebés completamente dependientes de nuestros/as cuidadores/as, el vínculo afectivo que establecimos con ellos llamado apego, era nuestra fuente de seguridad: nos permitía sobrevivir y nos hacía sentir a salvo, seguros/as y, por lo tanto, en calma.


En nuestra infancia había situaciones que nos hacían sentir inseguros/as (recordemos que estábamos aprendiendo sobre la vida y todo era nuevo para nosotros/as), así que aprendimos diferentes estrategias y mecanismos para recuperar nuestra seguridad, para volver a sentirnos seguros/as de la mano de nuestros/as cuidadores.


Es decir: el tipo de apego que hayamos desarrollado durante la infancia depende de la relación que establecimos con nuestros cuidadores. Y, de nuestro apego, derivará cómo aprendamos a ponernos a salvo y a sentirnos seguros/as.


Esto nos explica por qué, en ocasiones, sentimos la necesidad imperiosa de llevar a cabo acciones que, con distancia, identificamos como poco sanas o constructivas. Especialmente en las relaciones de pareja.


Y digo lo anterior porque, aunque tengan como objetivo ponernos a salvo de nuevo, que recuperemos la seguridad y, así, disminuir nuestro malestar y volver a experimentar calma, no siempre es así, sobre todo a medio plazo.


De hecho, pueden resultar en dinámicas poco sanas que dañan el vínculo afectivo y causan mella en el bienestar de los/as integrantes de la pareja. En este punto puede invadirnos la culpa.


Y es justamente lo que sucede cuando nuestro apego es inseguro: ya sea ansioso o evitativo. Voy a resumirlo muy mucho (Sr. Instagram, permite posts más largos), a riesgo de no ser tan específica como me gustaría (recordad que hay otros posts sobre este tema):


Si nuestro tipo de apego es ansioso, buscaremos que nuestra pareja nos recuerde que nos quiere, que está ahí para nosotros/as; buscaremos la cercanía, no siempre de la mejor manera.


Si nuestro tipo de apego es evitativo, buscaremos la seguridad en la distancia, alejándonos de nuestra pareja, no siempre de la menor manera.


Si lo anterior te suena, empieza a identificar esas conductas de seguridad.


Ve más allá de la culpa, intentando entenderte y enfocándote en aprender y, desde ahí, en construir. Puede que trabajarlo por tu cuenta resulte abrumador - al fin y al cabo, le estarás pidiendo a tu mente que renuncie a la seguridad -, por eso, no descartes buscar ayuda profesional.


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